martes, 27 de octubre de 2015

La metafísica de los libros

Una vieja película de magos y personajes fantásticos decía  la magia está en todo”, también en las historias y en los libros.  Creo que los libros llegan a nosotros a veces en extrañas circunstancias. Aquí va un ejemplo:
Foto mientras escribo el artículo
En el 2004 quise comprar mi primer libro de papel por internet, todavía desconfiaba de los métodos de pago y había muchos rumores de las estafas y de la poca fiabilidad de las compras por ese medio.  No recuerdo que título escogí para comprar originalmente, lo importante fue que decidí comprarme un libro y regalármelo para mi cumpleaños,  que es en febrero. El proveedor en cuestión me ofrecía la posibilidad de elegir incluso el papel para envolver, y así lo hice. Seleccioné uno rojo y brillante, un dedicatoria corta y divertida…Y pagué los casi diez euros que me costaba. Los días pasaron, también las semanas y no me llegó ningún paquete. Tampoco ninguna notificación del proveedor por email. Decidí actuar y pregunté por mi compra algo resignada a perder  mi dinero. Pero un escueto email me informaba que el título que había solicitado estaba agotado.  No me proponían ninguna solución. Y yo no supe qué decir. Y así, sin hacer nada, pocos días antes de Sant Jordi, el día del libro, lo que representa a mediados de abril, llegó a mi casa un pequeño paquete. Entre bolitas blancas y sin envoltorio de regalo,  ni dedicatoria, apareció un diminuto libro que llevaba por título: “ La búsqueda de los diez toros del Zen” autor desconocido, versión de Osho.  Las hojas estaban algo amarillentas y tenían,  de hecho todavía tiene,  trozos de papel pegado en algunas de ellas.

No puedo ver vuestras caras mientras leéis esto pero me las imagino. Son exactamente igual que la mía mientras ojeaba el libro. Tengo que reconocer que me gusta la filosofía Zen y Taoista  pero desconocía totalmente esa obra que resulta bastante difícil de leer.

Lo que yo no sabía es que mi vida iba a cambiar tanto a los pocos días de haber recibido el libro, necesité mucha filosofía y meditación para absorber todo lo que me deparaba el destino. Y ese extraño y casi ridículo libro acabó siendo de  mucha utilidad y relevancia en  mi vida, se convirtió en una muleta moral que me aguardaba cada noche en mi mesita de noche.


Aquí lo tengo, pegadito a mí, mientras escribo este artículo, a veces pienso que solo se entienden sus escritos cuando tú lo necesitas. 

miércoles, 21 de octubre de 2015

Los libros que prestamos

Nosotros elegimos al libro o el libro nos elige a nosotros

Parece algo sencillo pero no se si será por mi tendencia a las situaciones personales extravagantes o poco corrientes pero no tengo buenas experiencias en esto de dejar o recomendar libros. En mi etapa de lectora apasionada, compulsiva y no profesional leía desde novela histórica a textos filosóficos.
Desconozco  hasta qué punto nosotros elegimos al libro o el libro nos elige a nosotros. Lo que implica que lo que leemos nos afecta de forma diferente según la etapa de la vida en la que nos encontramos.
 El caso es que hace años leí De parte de la princesa muerta, de la escritora francesa de origen turco-indú, Kenizé Mourad, una obra maravillosa sobre la última emperatriz del imperio otomano. Esa historia me cautivó y me enriqueció tanto que todavía recuerdo cuando acabé el libro. Después de semejante experiencia emocional decidí compartirla con una amiga mía, llamémosle así, “amiga”, que estaba un poco perdida en ese momento. Un mes después de haberle dejado el libro y tras preguntarle qué le había parecido, su respuesta fue la siguiente: “Vaya libro más soporífero, no he podido pasar de la página diez…Ha sido peor que un dolor de cabeza.”
Con un  “pues no me acaba de gustar” hubiera sido más que suficiente. Me sentí mal, casi ridícula y algo bicho raro  e ingenua al haberme emocionado tanto con una simple historia y pensar que otra persona podría experimentar lo mismo.


Esto es un ejemplo con final feliz porque me alegré de haber recuperado el libro. Lo que no soporto es prestar un libro y que no me lo devuelvan. Eso es una ofensa imperdonable. 

Y tú, tienes algún libro prestado que te gustaría recuperar, ¿Cuál?

martes, 13 de octubre de 2015

De escritor frustrado a editor, arte u oficio

 ¿Quién nos concede la potestad de decidir que algo es adecuado para el público lector?
Hoy quiero reflexionar sobre lo que supone ser editor y la relación con el escritor. No esperar un discurso académico porque intento buscar la ironía y el reírnos un poco de nuestro día a día. Con esto aclarado puedo empezar por la diferencia que el editor es empresario y busca beneficio y el escritor es un artista que necesita dar forma y sentido a sus emociones. Muchos editores son escritores, personalmente creo que la mayoría son escritores frustrados, algo que yo siempre he confesado. Como la figura del crítico literario o crítico de arte, ¿Quién nos concede la potestad de decidir que algo es adecuado para el público lector? Nadie, nos la inventamos y los lectores lo asumen.
Por eso mi idea de crear una editorial como lector, porque no me reconozco como editora, aunque en  realidad lo soy, intento mantener mi criterio fresco  e imparcial de  lector. Busco que la obra entretenga, aporte contenido que emocione, y le doy más importancia a ello que a  una corrección ortográfica  perfecta.  Grandes escritores cometen errores gramaticales y ortográficos. Por eso, para mí, como editora, tiene que  haber en los escritos algo del alma del escritor, algo que pueda conectar con otras personas y justificar el arduo proceso de la edición de una obra.
Desde el principio he sufrido un complejo de inferioridad ante otros editores de renombre, pero ya no, porque ahora confío en mis escritores tanto como ellos en mí. Y ya he convivido con  algunos de esos editores de falso renombre y no son mejores que nosotros. Solo se lo creen más que nosotros. Pero su ceguera y fijación obsesiva hacia las formas perfectas hace que muchos buenos escritores nunca lleguen al lector. Y desde mi ignorancia lectora me pregunto, ¿  Cómo justifican lo que cobran si no corrigen las obras que reciben porque ya han de estar corregidas, si  no promueven el libro porque ya se encargan de ello las distribuidoras? Si los escritores les hacen parte del trabajo técnico y las distribuidoras hacen el trabajo comercial.

 ¿A qué se dedica un editor de renombre? 

martes, 6 de octubre de 2015

Personajes, de la ficción a la vida

 Existe una magia, una energía que debe nacer del escritor pero que él no controla.

“Los personajes son seres, ya sean humanos, animales o imaginarios, que forman parte de una obra artística”. Esta es la definición académica de la palabra personaje pero en realidad solo un escritor que haya creado cualquier texto literario sabe que hay mucho más detrás de los personajes.

Existe una magia, una energía que debe nacer del escritor pero que él no controla. Un algo irreal que les concede libre albedrío y vida entre letras. No siempre ocurre el milagro, pero cuando pasa, el escritor se convierte en el esclavo del personaje. No puede dejar de pensar en él, siente como si alguien le susurrase al oído las andanzas de ese personaje sin rumbo definido, se salta los esquemas y los diálogos preparados para él y crece como ser humano en cada estrofa. 

Cada escritor decide cómo convivir con estos personajes con alma: algunos los convierten en el protagonista, otros los eliminan mediante una muerte trágica, o bien los sodomizan condenándolos a ser un personaje secundario.
Un sicólogo podría diagnosticar el proceso como un trastorno transitorio, yo creo que es una metástasis creativa  en  la que  creación y creador se funden en una relación dependiente  y simbiótica en la que se rompen las barreras de los espacios reales y ficticios.

Cuando un personaje así llega a la vida de un escritor, lo cambia para siempre. El creador se enamora, se asombra, se deja llevar por el deseo irrefrenable de pasar más tiempo escribiendo y desarrollando el personaje en cuestión. Toda la vida del escritor pasa a ser una mera excusa, un refugio para el personaje creado que  se esconde del argumento que le espera entre líneas.

Pero la relación se acaba cuando se termina la obra.  El vacío que queda dentro del escritor es infinito. Se extraña a sí mismo. Su vida ya no tiene sentido. Ha sido Dios durante unas líneas, unas pocas palabras que crean un universo que acaba viviendo  sin su creador, el escritor. Tal vez solo vivan en un cajón o en los bits de un ordenador, pero siguen viviendo y esperando que alguien los lea para recordarles que siguen ahí.

Y  tú, ¿tienes algún personaje que te haya afectado así?