¡Qué mundo este! Anda todo revuelto, y no solo por la política, sino por
el amor. Días previos a San Valentín, todo el mundo reflexiona sobre el amor.
Me recuerda un poco al final de año y la lista de las buenas intenciones.
En San
Valentín las personas reflexionan sobre su vida amorosa o la versión más
estandarizada conocida como vida en
pareja. Mi destino no colabora con mi
compromiso con esta celebración, sin duda yo tampoco, pero dado la confluencia
de hechos que concurren en mi vida estos días, el no celebrar San Valentín es
puro descarte de acontecimientos en pro de la supervivencia: mi cumpleaños, el
de mis mejores amigas veinticuatro horas después del mío, el de mi madre, el
mismo 14 de febrero, y por último carnaval y el inicio del año chino que son nueve días de celebración… Desde
mi infancia descarté carnaval por el ruido y San Valentín por el amor, esto último
me resultaba inútil y algo aburrido.
Nunca he soñado con enamorarme, no me gusta pertenecer a
nadie, ni que nadie me pertenezca, y me aterroriza la vinculación emocional. Ya
tengo mascotas, plantas, e hijos, ¡quién puede necesitar algo más! Soy una
millennial con diez años de más. Y si me da algún momento de bajón y necesito
ser acariciada, tengo amantes-amigos de confianza, amables, divertidos e inteligentes
al otro lado de un simple clic. ´
Pero vosotros no seáis idiotas y no os dejéis influenciar
por frikies de la comunicación y hacer lo que os apetezca, si cuando pensáis en
esa persona, sea o no vuestra pareja, sonreís,
si no imagináis un solo día sin esa presencia, si cuando miráis a tiempos
pasados os emocionáis y os sentís afortunados
de haber vivido lo vivido, entonces no ser modernos y decir, gritar y compartir esos sentimientos. Porque las formas sí importan, porque los sentimientos
deben tomar formas que podamos recordar y una de las mejores es la palabra: ya
sea en poesía, o en prosa corriente, ya sea en un papel pautado lleno de
corazones o bien un simple trozo de servilleta mal cortado, sea cuál sea la
forma que deseéis usar no será importante, lo verdaderamente grande es decirle
a la otra persona: te quiero.
Disfrutad, vincularos, dejad amaros y amar, siempre vale la pena. Con vuestro permiso yo sigo a lo mío, con mis
proyectos, mis luchas internas y externas y así dejaré pasar las flechas que Cupido me manda
porque solo hay una cosa mucho mejor que el amor: la libertad, mi palabra
favorita.