miércoles, 14 de febrero de 2018

San Valentín


¡Qué mundo este! Anda todo  revuelto, y no solo por la política, sino por el amor. Días previos a San Valentín, todo el mundo reflexiona sobre el amor. Me recuerda un poco al final de año y la lista de las buenas intenciones. 

En San Valentín las personas reflexionan sobre su vida amorosa o la versión más estandarizada conocida como  vida en pareja.  Mi destino no colabora con mi compromiso con esta celebración, sin duda yo tampoco, pero dado la confluencia de hechos que concurren en mi vida estos días, el no celebrar San Valentín es puro descarte de acontecimientos en pro de la supervivencia: mi cumpleaños, el de mis mejores amigas veinticuatro horas después del mío, el de mi madre, el mismo 14 de febrero, y por último carnaval y el inicio del  año chino que son nueve días de celebración… Desde mi infancia descarté carnaval por el ruido y San Valentín por el amor, esto último me resultaba inútil y algo aburrido.
Nunca he soñado con enamorarme, no me gusta pertenecer a nadie, ni que nadie me pertenezca, y me aterroriza la vinculación emocional. Ya tengo mascotas, plantas, e hijos, ¡quién puede necesitar algo más! Soy una millennial con diez años de más. Y si me da algún momento de bajón y necesito ser acariciada, tengo amantes-amigos de confianza, amables, divertidos e inteligentes al otro lado de un simple clic. ´

Pero vosotros no seáis idiotas y no os dejéis influenciar por frikies de la comunicación y hacer lo que os apetezca, si cuando pensáis en esa persona, sea o no vuestra pareja,  sonreís, si no imagináis un solo día sin esa presencia, si cuando miráis a tiempos pasados os  emocionáis y os sentís afortunados de haber vivido lo vivido, entonces no ser modernos y decir, gritar y compartir esos sentimientos. Porque las formas importan, porque los sentimientos deben tomar formas que podamos recordar y una de las mejores es la palabra: ya sea en poesía, o en prosa corriente, ya sea en un papel pautado lleno de corazones o bien un simple trozo de servilleta mal cortado, sea cuál sea la forma que deseéis usar no será importante, lo verdaderamente grande es decirle a la otra persona: te quiero.


Disfrutad, vincularos, dejad amaros y amar, siempre vale la pena.  Con vuestro permiso yo sigo a lo mío, con mis proyectos, mis luchas internas y externas y así  dejaré pasar las flechas que Cupido me manda porque solo hay una cosa mucho mejor que el amor: la libertad, mi palabra favorita.